EL ÚLTIMO VIAJE
En mis brazos, con esa mirada cálida, generosa y apacible, con su último suspiro, lo vi partir y ya no está conmigo.
Se fue Wittgenstein, sin posibilidad
de retorno, mi hijo, mi hermano, mi turupumpin
Por él salí de mi desarraigo y
encontré un hogar cálido, un mundo nuevo. 
Me enseñó a ver de manera distinta la
playa y el mar, aprendió mis extravagancias, a gustar de mis largas
contemplaciones, de mis silencios. 
Ahora, el manto fúnebre de cada
partícula de Puerto, lleva impregnado su huella, su color, su textura. Se
siente su ausencia...
Pero te buscaré Wittgenstein... 
Y volveremos a encontrarnos en las
playas del infinito, 
Tú, rascoteando la arena y yo navegando en la profundidad de cada silencio, 
Tú, insistiéndome lanzar tu pelotita
a la mar y yo flotando al horizonte, en esa comisura que separa a los cielos
del mar,
Y volveremos a caminar sin fatiga, por
ese sendero iluminado donde las olas del mar, ya cansadas, acarician como un
barniz la arena suave y húmeda y las iluminan como un espejo de agua,
Si, volveremos en el alba en el
despertar vivaz y fresco del día, en sus atardeceres cargados de
nostalgias y recuerdos y en sus crepúsculos atornasolados de un rojo fuego que
incendia todo el firmamento.
Sí, Wittgenstein, volveremos a
filosofar sin tiempo, desde nuestra terraza que mira imponente a la playa y el
mar, mientras nuestras miradas navegan, absortas más halla de todo horizonte…



Wittgenstein fue un perro fiel ,te enseño mucho sobre las playas del mar de puerto de Pachacutec .
ResponderEliminar