EL SIN SENTIDO, LA NADA Y LA FINITUD DE LA VIDA (23/08/2018)
“somos un ser para la muerte”
Heidegger
“el sujeto es el devenir del
ser”
Hegel
“el sujeto es la diferencia
mínima, el hiato entre dos significantes, es una nada, un vacío que existe”
Lacan
“De hecho, somos algo más que "polvo en el viento" somos cada uno algo especial y único, extraordinario y peculiar, que en la vastedad del universo puede un sentimiento, una emoción, un sueño, vibrar de un modo, expresar un dolor, una alegría, colorear de mil intensidades y dibujar la comisura de una sonrisa, de una ternura, del amor, de una vida que con cada palabra, con cada concepto, con sólo mirar el mundo, puede ella apropiarse por un instante de todos los bordes de la eternidad” (MRVC, 21 de octubre 2021)
Cuando una vida se
interrumpe abruptamente, nos asalta una pregunta fundamental que se mueve en
los linderos del absurdo y cuántas más razones ofrecemos se torna aún más
paradójica: ¿Qué es la vida? O más propiamente ¿Qué es la vida, desde el
horizonte existencial de un sujeto autoconsciente, que de pronto hace un alto
en su travesía por la vida y se pregunta por ella? Pues la vida no tiene un
antes ni un después. Parte de la ausencia y vuelve a ella: solo inexistencia en
el principio y en el fin.
Si el universo
cognoscible, que forjó los ladrillos esenciales de la vida, es solo un universo
fallido, fruto de una asimetría que liberó las fuerzas fundamentales que
gobiernan hoy los 100 mil millones de galaxias de nuestros cielos. La nada
absoluta en el comienzo, sin tiempo ni espacio, y de pronto el Big-bang, el
estallido de toda la energía existente, las partículas elementales básicas, el
bosón de Higgs y la formación de la materia másica y la "inflación
acelerada", para luego ingresar a un proceso de "expansión" del
universo que tiende a intensificarse fruto de la energía oscura: un universo
cada vez más frío, solitario y que terminará por apagarse. Sin multiversos, ni
Big Crunch o agujeros de gusano, sólo la muerte del universo. Un universo
surgido de una singularidad, que de la nada vuelve a la nada. Si a la nada
absoluta, más allá del vacío cuántico, sin geometría que la sostenga.
Todo horizonte, todo
camino nos lleva a la nada, a un lugar y a un momento donde no hay espacio ni
tiempo. Y en medio de la nada, la vida, nuestra vida. Tan pequeña, tan efímera,
como un náufrago en un océano de la nada, sin puerto, sin destino, solo portador
de una veleta que se mueve sin rumbo. Con una presencia motivada por el absurdo
y el sin sentido y dónde la lógica nos resulta esquiva y acaso nos invita a
desterrar nuestra racionalidad autoconsciente para dejarnos llevar por el sueño
ingenuo de un mesías, aún a sabiendas que en un universo tal y como nuestra “creencia
científica” se imagina no hay lugar para un creador. Como tampoco la idea de un
creador puede sustraerse a las preguntas fundamentales que nos planteamos aquí.
Es entonces y solo
entonces que tenemos que volver a los bordes de lo único que nos queda, de lo
único que de algún modo podemos dar sentido: nuestras vidas en el fluir del
tiempo, de un tiempo finito. Pero entendiéndose que no es una vida que ya está
hecha, una vida que supuestamente ya tiene su esencia de origen, sino que se
hace, que se construye, que siempre es esencialmente posibilidad, que debe
forjarse en la fragua diaria de la existencia: es el “dasein” el “ser
ahí” heideggeriano. Pero que, para tamaña empresa, solo cuenta con un solo
y único tiempo finito: la corta vida asechada por la sombra fantasmal de la
muerte.
POSDATA: si la vida es
tan corta, y no hay nada más halla de ella, entonces ¿Qué de valioso tiene todo
esto? Quizá la respuesta este en ella misma: si la vida es un “hacerse” y para
ese hacerse solo cuenta con un tiempo finito, entonces lo que cobra sentido es
el valor que le podemos dar en tanto hechura nuestra, única y peculiar: una
vida "auténtica" que trascienda lo ordinario, que sea realmente
nuestra y que nosotros seamos plenamente conscientes de ella.
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