NUESTROS INVENCIBLES AÑOS JUVENILES (10/03/2021)

 Luego de largos y fatigosos años, detener la marcha,

sí, eso, hacer un punto de inflexión, un alto,

y mirar de manera contemplativa el curso y sentido de nuestra vida ordinaria.

 

Revelarnos, entonces, a la agonía crepuscular del ocaso,

liberarnos de la quietud y vacuidad evanescente de la rutina,

de la regimentación y el mandato imperativo,

y dejar volar aquellos sueños irreverentes y disruptivos, incendiarlas de vida,

poblarlas de primaveras florecientes y veranos invencibles.

 

Hacer de este tiempo, nuestros verdaderos años juveniles,

con el vigor de nuestras experiencias y con la certeza que,

no hay más límites que la frontera infinita de la imaginación,

que el paso siguiente de la sabiduría, se funde en la acción,

en la lucha, en recuperar nuevos sueños, nuevas utopías.

 

Entender que, en cada instante, en cada segundo de vida,

hay todo un universo condensado de posibilidad, de novedad, de nuevos sueños,

comprendiendo que hay un vínculo fundamental de respeto y de hermandad,

con nuestro hogar, con nuestros hijos, con nuestros padres y hermanos,

con nuestros amigos entrañables, con nuestra tierra,

con todas las personas y con todos los seres vivos que pueblan nuestro mundo.

 

Entender, entonces, que la despedida no es una despedida,

no es una vida que se funde en el infinito,

es una vida que, en el borde mismo de la muerte, vuelve a florecer,

sí, floreciente, en la verdadera acepción aristotélica de felicidad,

cual chispazo de luz, forjada en algún lugar, en algún tiempo,

que viaja por siempre, constante, sinfín, por los confines insondables del universo.

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